sábado, diciembre 11, 2004

Ciberpunk: literatura, política y tecnología

El origen

El inicio de este movimiento ha sido tan particular que quizás resulte más interesante para unos cuantos estudiosos de subgéneros literarios en las universidades norteamericanas o para algún excéntrico antropólogo interesado en la etnografía de comunidades virtuales.

Aunque el ciberpunk se conoce como una corriente estética o un género literario, su formación como grupo cultural en la sociedad española se produjo a partir de la relación entre lectores y realizadores del ezine Ciberpunk.com (hoy continuado en Ciberpunk.net y convertido en sistema de noticias en red).

Este e-zine fue creado en 1989 por iniciativa de un joven español llamado David de Ugarte, quien por entonces residía en Berlín. De Ugarte decidió compartir, a través de un medio escrito, las reflexiones que venían a su cabeza con la caída del muro, contrastadas con la oscura visión del futuro que anticipaba la lectura de William Gibson, Bruce Sterling y Neal Stephenson (escritores norteamericanos de ciencia ficción). Poco después, al popularizarse Internet, su publicación terminaría convocando a otros aficionados a este género en diversas partes del mundo y motivando la aparición de redes de solidaridad con sus ideas, especialmente en España.

De Ugarte rememora en las siguientes palabras lo que significó esa etapa para el movimiento ciberpunk de España:

"1989, en los días de la caída del Muro, Berlín es el centro del mundo. Un gran sumidero por que el que desaparecerán bajo los cascotes 40 años de Guerra Fría, símbolos y miseria. A poca distancia del Muro, en las zonas alternativas de aquel cogollito bullente, teníamos nuestra primera conexión a Internet. Disfrutábamos por primera vez la sensación de las redes, esa nueva libertad que convertía en real aquellos juegos de rol de los que éramos practicantes habituales. Redes de personas, (los ordenadores en Internet son herramientas no sujetos), que no respetaban aquellas rígidas fronteras físicas, ideológicas y sociales que a pocos metros de nosotros caían a pedazos. Ninguna ideología tradicional había predicho aquello, nada lo explicaba. Había que vaciar la biblioteca y comenzar de cero.

Buscar nuevos referentes que valieran en cualquier parte del mundo, que reconocieran sus propias limitaciones para entenderlo. Lo único entonces, que se acercaba siquiera a retratar el nuevo mundo que se estaba formando era una nueva literatura que venía del otro lado del Atlántico: el ciberpunk. Ciencia ficción que retrataba aquel mundo a medio cocer que se formaba ante nuestros ojos y en el que el futuro, los futuros en los que nos habían educado la mirada, desde el socialismo a la guerra nuclear quedaban atrás como trastos viejos"

El ciberpunk se define desde entonces como un grupo que sigue y le rinde culto a una corriente estética, pero también como un colectivo político que adopta algunas ideas propias de la ideología libertaria individualista de la vertiente norteamericana, como lo demuestra su abierta oposición a la perdida de privacidad y a la violación de los derechos ciudadanos en la red. De esos delitos acusan a los grandes poderes del mundo, porque son ellos quienes hacen un control social a través de las nuevas tecnologías. Para los ciberpunk toda arquitectura informacional es sospechosa de ocultar una estructura de poder.

De ahí que durante los primeros años de la década de los noventa la principal bandera del movimiento ciberpunk, en diferentes lugares del mundo, haya sido la defensa del hacking y la criptografía como forma de contrarrestar la concentración de información por parte de los grandes grupos de poder, como lo expresara un articulista de la época: “Como a prometeo, la gran capacidad de recursos de los Cyberpunk les permite “navegar” por el ciberespacio, por las grandes redes de comunicaciones y acceder a los bancos de datos de las multinacionales de la información, la NASA, o las grandes universidades y centros de investigación”

Estas dos prácticas, hacking y la criptografía, son vistas como complementarias en la búsqueda de una democratización de la información digital: “si el hacking busca liberar la información (¡¡La información quiere ser libre!!) como forma de minar el poder de su concentración por parte de los grandes grupos de poder, el cifrado y la criptografía protegen al individuo de estos mismos poderes en su intento de violar la intimidad para aumentar su poder de control social”, afirman los Ciberpunk españoles en uno de sus manifiestos.

Con el software libre aparece una nueva forma de lucha en la batalla de la información que los ciberpunk libran en la red: una información que no necesitaba ser liberada sino que quería ser libre, y puede serlo a través de la licencia que le permiten sus creadores. Linux abre la posibilidad de crear un espacio virtual a salvo de los mega poderes de la información; la máxima utopía del ciberpunk: "El descubrimiento de la potencia social y económica del software libre nos llevará a una reflexión más profunda: El mundo tiende a organizarse cada vez más al modo de una comunidad de software libre y existe una razón económica profunda para ello: al tener cada día más valor en la producción global los componentes científicos y creativos, la organización de esa producción tiende hacia las formas propias del trabajo académico y artístico, la Academia y la República de las letras (...)", dice De Ugarte en las memorias del grupo.

El origen literario de los ciberpunk vuelve en ese momento a ser definitivo para comprender el por qué los rebeldes son vistos como héroes y sus poderosos enemigos como villanos de una gesta alegórica que representa el orden social: "Siguiendo un guión que bien podría ser de Gibson o Sterling, la parte central de esas guerras se han dado en un territorio virtual: el ciberespacio, que en su propia estructura representa el ideal de vida cooperativa y libre de la nueva tribu emergente: los netócratas", continúan diciendo.

Los netócratas, clase superior en la sociedad de la información, representan un ideal de vida para los ciberpunk. Haciendo un ejercicio de ficción política, el nuevo orden social basado en el control de la información podrían describirlo como sigue: desde el más alto bastión de la libertad, la Internet, se crearán las bases para un nuevo mundo de individuos con el acceso a la información, valor absoluto de este mercado virtual, capaces de utilizar las herramientas tecnológicas para debilitar las bases económicos morales y políticas que han sustentado al capitalismo monopolista. Quienes no acierten a entender la importancia de estas nuevas formas de acceder al conocimiento y existir como habitantes de las redes de la información, estarán destinados a la pasividad y conformismo del consumo de toda oferta proveniente de los mega poderes de la información; imperio dominante de la era digital.

Esta visión del futuro, que bien podría ser argumento de ficción científica para la literatura o el cine, se convierte en representación arquetípica de un mundo posible (nada más común a la ficción política que la lucha entre dos bandos por el poder), en el que los valores dominantes en la actualidad se extreman hasta el punto de crear una realidad aún más decadente, contraría al ideal de comunidad que prometen las nuevas tecnologías.

Gracias al valor estético que le aportan los mundos de ficción, el sentido crítico de estas construcciones narrativas de anticipación se hace aún más agudo, como lo afirman los ciberpunk en otro parte de su manifiesto: "El ciberpunk imagina el lado oscuro de las nuevas tecnologías y es profundamente pesimista sobre sus posibilidades de control social. En el fondo de muchas de las historias, estados totalitarizantes, grandes corporaciones, las mafias internacionales o demagogos varios, configuran un panorama caótico y opresivo que utiliza las nuevas tecnologías informáticas y médicas para consolidar su poder. Sobre este fondo unos personajes escépticos y ambiguos, en la mejor tradición del cine negro y las novelas de Philip K. Dick (autor de ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?) intentan sobrevivir viéndose obligados a enfrentarse de algún modo al sistema o sus dominadores" (sic)


Tiempo después

A partir de 1999 la influencia de un economista de nombre Juan Urrutia será decisiva para la evolución ideológica del grupo ciberpunk de España. El concepto romántico de libertad que vinculaba al individuo y la comunidad a un espacio geográfico concreto, es transformado por otro en el que se reconocen las nuevas formas de relacionarse entre participantes en las redes virtuales: cada individuo es uno y muchos simultáneamente, en una suerte de ubicuidad que le permite tener tantas identidades como facetas de socialización. Un buen ejemplo lo ofrece la poli-identidad de David de Ugarte, el fundador del grupo, quien en una página web alcanza a poner en entredicho su propia existencia real, apoyado en informaciones incongruentes sobre sus actividades sociales en la red.

Con base en este modelo de “ubicuidad” el grupo ciberpunk comienza a desarrollar acciones en el mundo real tendientes a proyectar sus conquistas libertarias del mundo virtual. Comienzan un trabajo de organización de redes, intercambios de ideas y debates públicos en escenarios reales y virtuales, difusión de documentos y publicaciones, gestión de proyectos en ambos mundos, y cooperación para la realización de propuestas entre los participantes.

Estas iniciativas han tenido despliegue en los diferentes medios de integración del grupo (desde la revista literaria, fundaciones, pasando por un diario digital, foros de discusión, nodos de red, centro de documentación, hasta blogs personales) y todas apuntan hacia una misma finalidad: lograr que la sociedad de la información sea un espacio en el que la tecnología no sea un bien más, una propiedad privada.

Su compromiso con la defensa de los derechos civiles en la red los ha llevado incluso a fomentar campañas de control ciudadano sobre las instituciones con responsabilidad en la extensión de la sociedad red y su cohesión social: " Un ejemplo de este tipo de iniciativas sería la campaña que en su día protagonizaron los ciberpunks contra el intento de cierre de los cibercafés madrileños por el gobierno autónomo, siguiendo la estela de La Rioja, comunidad donde ya no quedan cibercafés y que es la única en descender en número de usuarios en Internet ", afirman.

La presencia de este grupo ha sido tan múltiple y diversa en formas de intervención y medios tecnológicos utilizados que, en uno de los proyectos más recientemente realizados, están desarrollan minicuentos, relatos y novelas por entrega para ser distribuidos exclusivamente a través de telefonía celular en movimiento. El diario ABC de España lo presentó como novedad tecnológica en los siguientes términos: "Un ciberespacio llamado «Ciberpunk» (imode.ciberpunk.com) ofrece relatos, novelas y microcuentos escritos exclusivamente para teléfonos móviles por premios nacionales de narrativa como Suso de Toro, profesores universitarios y economistas como David de Ugarte, lingüistas como Javier Lorente, y filósofos como Íñigo Medina"

A partir de 2002 el grupo se legalizó al convertirse en la asociación Ciberpunk.org. Una novedosa experiencia de organización “pluriárquica”, como ellos mismos la denominan: "Los socios se comunican entre sí a través del "núcleo", un foro electrónico que mantiene abierta una suerte de asamblea permanente en la que los socios lanzan y discuten propuestas.

La mayoría de ellas no se votan: el que las propone las realiza con los apoyos que obtiene y accede a los fondos comunes en consecuencia. También hacemos como mínimo una Asamblea al año en el que se materializa el trabajo literario en un documento que resume nuestra trayectoria teórica y define la identidad común de la red, "reseteando" el listado de socios potenciales: aquellas personas, socios o no, que han escrito regularmente en nuestras publicaciones o impulsado proyectos amparados por la asociación. De ese modo, la inactividad genera la baja igual que la actividad permite el alta casi automáticamente. Los ciberpunks se unen o se separan de la red sin tener que dar explicaciones", explican en el sitio de la organización.

En conclusión

Para los ciberpunk sólo cuando haya una reorientación de la función social de las TIC (si llegara a haberla) podría hablarse de ellas como un instrumento capaz de reducir la brecha social existentes entre países ricos y países pobres. En este principio se fundamenta toda su lucha, es el que los motiva a utilizar todas las herramientas tecnológicas disponibles en aumento de sus capacidades, para enfrentar la amenaza de un control total de la información y de los individuos a través de esas mismas tecnologías. Por eso sus acciones de rebelión y protesta son expresión de una contracultura en abierta oposición a la utilización que hasta ahora el mundo ha hecho de las TIC, como lo demuestran algunas evidencias de misma red:

La mundialización de las tecnologías de la información y la comunicación ha excluido a grandes sectores de la población que no cuentan con los recursos para adquirirlas.

El común de los ciudadanos ha presenciado impasible cómo los países pobres se han tecnificado más lentamente, mientras los países ricos han conseguido todavía más altos niveles de desarrollo social, gracias a que la utilización de nuevas tecnologías los ha beneficiado con un rápido crecimiento económico.

Las grandes compañías de la información y la comunicación han visto en esta “brecha digital” una oportunidad de negocio y han expandido su oferta tecnológica a los países menos desarrollados; éstos, a través de sus gobiernos, creyeron encontraron en la adquisición de tecnologías una oportunidad para el desarrollo social, desconociendo que mientras sean propiedad privada las TIC sólo serían un instrumento más para acrecentar las arcas de los magnates de la informática.

Por lo pronto, lo único que se sabe es que compañías como Microsoft, Apple, Intell y todos los demás jugadores del mercado del info-entretenimiento han estado trabajando fuerte para crear nuevas necesidades de consumo entre los usuarios de los computadores y la internet, mientras algunos grupos de resistencia minoritaria intentan, atrincherados en la misma red, librar la batalla por la democratización de las TIC, para que éstas se conviertan en una oportunidad para el cambio y la reorganización de la sociedad.

Es posible que los ciberpunk españoles le hayan dado credibilidad a todas estas versiones que circulan entre usuarios de la red de redes. Ellos, como buenos aficionados a los mundos de ficción, han encontrado en la web una representación de las desigualdades entre ricos y pobres, algo que en estos tiempos de triunfalismo neoliberalista puede ser tomado como una “leyenda urbana”; otra más de esas que preservan en formol los nostálgicos de las revoluciones, los igualitaristas, y toda suerte de defensores de especies en vía de extinción.

Los ciberpunk no cuentan con el protagonismo político de los grupos antiglobalización, capaces de ponerle los pelos de punta a las potencias y de arrastrar el inconformismo de adolescentes del primer mundo contra la repugnante figura de Ronald Mcdonalds; tampoco tienen la ubicuidad de los ecologistas para impedir el avance del barco a la deriva de la historia y evitar que en su carrera de destrucción acabe con toda forma de vida; mucho menos han querido emular a los defensores de derechos humanos en su estoicismo y confianza en el sueño de la razón moderna defendiendo las tablas de la ley del hombre.

Ellos sólo han hecho alarde de un “espiritualismo” que los ha llevado, según afirman a “la valoración de las ideas por sí mismas y el reforzamiento del papel de nuestros textos y relatos como origen y reflejo de mitos colectivos. La idea es algo así como: no queremos poder, no queremos ser los que construyan la materialización de esas ideas que están en el aire, queremos influir en las ideas, construir nuestro trocito del nuevo imaginario colectivo... y que cada cual, por si mismo, interprete, malee y moldee sus propios ensayos. Una concepción muy alejada de la lógica piramidal de lo político y sus estructuras de mando, pero a fin de cuentas muy lógico para un grupo que nunca ha dejado de ser un grupo literario”.

Documento “Larnaka”, ponencia identidad para la Asamblea Ciberpunk 2005.Una aproximación al movimiento ciberpunk en España. Archivo PDF en http://www.ciberpunk.org/

Mayo, José A. “La contracultura digital”. Revista: El viejo topo, No 72. Barcelona, Febrero de 1994.